Somos tres estudiantes de segundo año de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado. Nuestro propósito es abarcar la cultura sexista en Chile a través de diversas miradas, con el fin de plasmar ciertos contenidos y generar discusión. Buscamos evidenciar que la cultura sexista es un problema social, para ello abordaremos las diversas aristas que se articulan en torno al reconocimiento como menosprecio y desigualdad de status.
La sociedad chilena actual se rige bajo ciertos patrones culturales, los cuales se encargan de trazar los límites de la vida en sociedad. Dentro de dichos patrones se encuentran una serie de elementos que están continuamente provocando problemas, los cuales frecuentemente se traducen en desigualdades en el ámbito sociocultural y económico. La cultura sexista es una de las dimensiones conflictivas que mencionamos antes. Si bien, existen mujeres y hombres que identifican ciertas problemáticas, hay una mayoría que no se percata del gran universo que dichas problemáticas abarcan. A raíz de esto se comprende la constante difusión de estereotipos sexistas, ya sea a través de los medios masivos de comunicación, o por los propios sujetos que la reproducen en su vida cotidiana. Cabe preguntarse entonces, por un lado, cuál el motivo de este fenómeno, y por otro, en qué consiste dicha generación. Desarrollaremos lo anterior a partir de las siguientes interrogantes, ¿Cómo es que la cultura sexista, siendo muchas veces evidente, llega a un círculo continuo sin resolución? , ¿Qué implica la preponderancia de la invisivilización de la cultura sexista?
El
sexismo puede ser entendido como la discriminación
o prejuicio basado en el género, el cual se construye a partir de roles
sociales y estereotipos, creados en base a un ideal determinado. Existe un
compendio de atributos y acciones que permiten la construcción de estereotipos,
de esta manera, la realidad social en términos de género, estará
pre-configurada a partir de lo “qué es ser mujer” y lo “qué es ser hombre”.
Ahora bien, estos patrones están ligados a una valoración, la cual se explica
mediante la existencia de una relación de dominio, en donde una categoría de
género tendrá supremacía por sobre la otra. En este caso, la figura del hombre se
instala como dominadora, y la de la mujer como dominada y/o subordinada. Por lo
tanto, la presencia de una desigualdad de estatus entre los géneros, es
evidente. Ahora bien, esta relación de dominio advierte una serie de problemas
sociales, culturales y económicos: la mujer se ve limitada en sus relaciones
interpersonales, en materia sexual, en sus aspiraciones laborales e
intelectuales, debido a su predeterminación como responsable de la familia y
del cuidado de los hijos, y por último, en cuanto a sus ingresos económicos.
En
relación a lo anterior existe un problema identitario, donde se busca generar y
expresar una identidad única y auténtica de la sociedad, lo que ejerce una
presión en los individuos que buscan ajustarse a este grupo determinado. Esta
simplificación de la identidad –qué es ser hombre y qué es ser mujer, en el
caso de la cultura sexista- niega las particularidades de cada individuo,
olvidando la pluralidad de sus identificaciones y filiaciones personales y con
el mundo. Es así como desde este problema emerge una falta de reconocimiento,
pues no fomenta la interacción social entre diferencias, sino que promueve el
individualismo y separatismo entre grupos. La falta de reconocimiento representa
subordinación social ya que imposibilita a las personas a participar como
iguales en la vida social. Este se articula mediante una subordinación de
estatus, de esta forma la falta de reconocimiento constituye una relación institucionalizada
ya que se ejecuta a través del funcionamiento de las instituciones sociales,
que regulan la relación entre los individuos en base a normas culturales, que
se componen de categorías normativas y otras como deficientes e inferiores.
A raíz de lo
anterior, podemos decir entonces que nuestra
sociedad actual se rige bajo ciertas leyes o normas oficiales, impartidas desde
la institucionalidad, la cual se conforma, entre otros elementos, desde el
sistema económico y la moral. La división de géneros es un patrón elemental
para dichos organismos, por lo que la cultura sexista, puede ser entendida,
justamente como un fenómeno que surge de la institucionalidad. A raíz de esto,
podemos decir entonces, que el problema consta también de una falta de
reconocimiento mutuo, puesto que son las instituciones las que, en definitiva,
dictan la preponderancia del género masculino, por sobre el femenino. A la
desigualdad de status de la que hablábamos anteriormente, se suma la ausencia
de un reconocimiento entre ambos géneros. Ambas problemáticas encuentran su
origen en la creación y difusión masiva de un sistema regido por valores
patriarcales.
Los
estereotipos juegan aquí un papel fundamental. La hegemonía masculina no puede
sustentarse por si sola, por lo que recurre a la reproducción de la institucionalidad,normativa por medio del uso de los medios de comunicación de masas. Por medio de
teleseries, programas y comerciales, recurren a estrategias que les permiten
implantar un discurso implícito, el cual es constantemente reproducido por
medio de la transmisión cultural. Esto genera, que en la vida cotidiana, tanto
mujeres como hombres, se transformen también en una herramienta de difusión, lo
cual dará como resultado la generación de tratos, formas y conductas implícitas
en la socialización. Es así, como estos factores determinan la forma en como se
integran y relacionan socialmente las personas, dentro de una cultura
determinada. Las distintas formas de reproducción de la cultura sexista generan
entonces, la reificación de la hegemonía masculina y su reproducción a través
de la socialización. He ahí la raíz de la desigualdad de géneros, hecho que en
definitiva, conforma un problema psicosocial.
En relación
con todo lo anterior, surge el debate acerca de lo conflictivo que puede llegar
a ser esta problemática y si este conforma o no un problema social. Al estar asociada a grupos de poder, las valoraciones,
intereses y finalidades, implicarán una diversificación de puntos de vista
acerca de del mismo problema. Regresemos entonces a las interrogantes
planteadas en un principio. Parece ser que la cultura sexista no es tan
evidente como parece, puesto que está conformada desde las instituciones
socioculturales, por lo tanto, efectivamente, existe una preponderancia de la
invisivilización, la cual tiene directa implicancia en la permanencia de la
cultura sexista, a pesar de los problemas que esta genera.
Este blog se dedicará a desentrañar las dimensiones
que componen dicho problema, atendiendo tanto a sus causas, como a sus
consecuencias y la forma en que estas se desarrollan en la sociedad. De esta
forma, invitamos al lector a hacerse parte de la discusión, y de tratar de
generar sus propias respuestas a través de estas interrogantes.
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