viernes, 7 de diciembre de 2012

¡Bienvenidas y Bienvenidos!



     Somos tres estudiantes de segundo año de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado. Nuestro propósito es abarcar la cultura sexista en Chile a través de diversas miradas, con el fin de plasmar ciertos contenidos y generar discusión. Buscamos evidenciar que la cultura sexista es un problema social, para ello abordaremos las diversas aristas que se articulan en torno al reconocimiento como menosprecio y desigualdad de status. 

      La sociedad chilena actual se rige bajo ciertos patrones culturales, los cuales se encargan de trazar los límites de la vida en sociedad. Dentro de dichos patrones se encuentran una serie de elementos que están continuamente provocando problemas, los cuales frecuentemente se traducen en desigualdades en el ámbito sociocultural y económico. La cultura sexista es una de las dimensiones conflictivas que mencionamos antes. Si bien, existen mujeres y hombres que identifican ciertas problemáticas, hay una mayoría que no se percata del gran universo que dichas problemáticas abarcan. A raíz de esto se comprende la constante difusión de estereotipos sexistas, ya sea a través de los medios masivos de comunicación, o por los propios sujetos que la reproducen en su vida cotidiana. Cabe preguntarse entonces, por un lado, cuál el motivo de este fenómeno, y por otro, en qué consiste dicha generación. Desarrollaremos lo anterior a partir de las siguientes interrogantes, ¿Cómo es que la cultura sexista, siendo muchas veces evidente, llega a un círculo continuo sin resolución? , ¿Qué implica la preponderancia de la invisivilización de la cultura sexista?

El sexismo puede ser entendido como la discriminación o prejuicio basado en el género, el cual se construye a partir de roles sociales y estereotipos, creados en base a un ideal determinado. Existe un compendio de atributos y acciones que permiten la construcción de estereotipos, de esta manera, la realidad social en términos de género, estará pre-configurada a partir de lo “qué es ser mujer” y lo “qué es ser hombre”. Ahora bien, estos patrones están ligados a una valoración, la cual se explica mediante la existencia de una relación de dominio, en donde una categoría de género tendrá supremacía por sobre la otra. En este caso, la figura del hombre se instala como dominadora, y la de la mujer como dominada y/o subordinada. Por lo tanto, la presencia de una desigualdad de estatus entre los géneros, es evidente. Ahora bien, esta relación de dominio advierte una serie de problemas sociales, culturales y económicos: la mujer se ve limitada en sus relaciones interpersonales, en materia sexual, en sus aspiraciones laborales e intelectuales, debido a su predeterminación como responsable de la familia y del cuidado de los hijos, y por último, en cuanto a sus ingresos económicos.


En relación a lo anterior existe un problema identitario, donde se busca generar y expresar una identidad única y auténtica de la sociedad, lo que ejerce una presión en los individuos que buscan ajustarse a este grupo determinado. Esta simplificación de la identidad –qué es ser hombre y qué es ser mujer, en el caso de la cultura sexista- niega las particularidades de cada individuo, olvidando la pluralidad de sus identificaciones y filiaciones personales y con el mundo. Es así como desde este problema emerge una falta de reconocimiento, pues no fomenta la interacción social entre diferencias, sino que promueve el individualismo y separatismo entre grupos. La falta de reconocimiento representa subordinación social ya que imposibilita a las personas a participar como iguales en la vida social. Este se articula mediante una subordinación de estatus, de esta forma la falta de reconocimiento constituye una relación institucionalizada ya que se ejecuta a través del funcionamiento de las instituciones sociales, que regulan la relación entre los individuos en base a normas culturales, que se componen de categorías normativas y otras como deficientes e inferiores.

A raíz de lo anterior, podemos decir entonces que nuestra sociedad actual se rige bajo ciertas leyes o normas oficiales, impartidas desde la institucionalidad, la cual se conforma, entre otros elementos, desde el sistema económico y la moral. La división de géneros es un patrón elemental para dichos organismos, por lo que la cultura sexista, puede ser entendida, justamente como un fenómeno que surge de la institucionalidad. A raíz de esto, podemos decir entonces, que el problema consta también de una falta de reconocimiento mutuo, puesto que son las instituciones las que, en definitiva, dictan la preponderancia del género masculino, por sobre el femenino. A la desigualdad de status de la que hablábamos anteriormente, se suma la ausencia de un reconocimiento entre ambos géneros. Ambas problemáticas encuentran su origen en la creación y difusión masiva de un sistema regido por valores patriarcales.

Los estereotipos juegan aquí un papel fundamental. La hegemonía masculina no puede sustentarse por si sola, por lo que recurre a la reproducción de la institucionalidad,normativa por medio del uso de los medios de comunicación de masas. Por medio de teleseries, programas y comerciales, recurren a estrategias que les permiten implantar un discurso implícito, el cual es constantemente reproducido por medio de la transmisión cultural. Esto genera, que en la vida cotidiana, tanto mujeres como hombres, se transformen también en una herramienta de difusión, lo cual dará como resultado la generación de tratos, formas y conductas implícitas en la socialización. Es así, como estos factores determinan la forma en como se integran y relacionan socialmente las personas, dentro de una cultura determinada. Las distintas formas de reproducción de la cultura sexista generan entonces, la reificación de la hegemonía masculina y su reproducción a través de la socialización. He ahí la raíz de la desigualdad de géneros, hecho que en definitiva, conforma un problema psicosocial.

 En relación con todo lo anterior, surge el debate acerca de lo conflictivo que puede llegar a ser esta problemática y si este conforma o no un problema social. Al estar asociada a grupos de poder, las valoraciones, intereses y finalidades, implicarán una diversificación de puntos de vista acerca de del mismo problema. Regresemos entonces a las interrogantes planteadas en un principio. Parece ser que la cultura sexista no es tan evidente como parece, puesto que está conformada desde las instituciones socioculturales, por lo tanto, efectivamente, existe una preponderancia de la invisivilización, la cual tiene directa implicancia en la permanencia de la cultura sexista, a pesar de los problemas que esta genera.

Este blog se dedicará a desentrañar las dimensiones que componen dicho problema, atendiendo tanto a sus causas, como a sus consecuencias y la forma en que estas se desarrollan en la sociedad. De esta forma, invitamos al lector a hacerse parte de la discusión, y de tratar de generar sus propias respuestas a través de estas interrogantes. 

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