Como hemos visto en
entradas anteriores, el poderoso establecimiento de la cultura sexista en
nuestra sociedad, tiene génesis en la potente difusión de los estereotipos de
géneros que la sustentan. Si tenemos en cuenta la serie de “problemas sociales”
que de esta se desprenden, se hace necesario preguntarse, por un lado, ¿En qué medida
es posible solucionar estos problemas?, y por otro ¿Cuáles son los factores que
impiden dicha solución?
Los medios masivos de
comunicación se han encargado de difundir estereotipos sexistas, los cuales se
articulan a favor del género masculino. Desde los inicios de la edad moderna,
la figura del macho se ha hegemonizado, provocando la subordinación de la mujer
a todo aquello que lo masculino delimite. De esta manera, la realidad de la
mujer se traduce en la supresión de su libertad, puesto que todo su campo de
acción está limitado a un espacio determinado. Si bien, a través de la historia
se advierte una progresión en la reivindicación del género femenino, los
cambios no han sido sustanciales. ¿A qué se debe este fenómeno? Claramente a
que las reivindicaciones no se han llevado cabo de manera efectiva. No
obstante, existen razones concretas que explican esta imposibilidad. Una
primera explicación para este fenómeno, podría ser la existencia de un “auto-sustento”
en la opresión femenina, es decir, un reforzamiento de la condición de
dominadas, por parte de las propias mujeres.
Ahora bien, este auto-sustento
no quiere decir que la mujer apruebe conscientemente su posición social, sino
que apunta a la naturalización que esta ha hecho de las marginaciones e
injusticias de las que es víctima. En este sentido, es posible afirmar que toda
esta problemática radica en la conciencia que tiene la mujer sobre sí misma
como sujeta autónoma, dotada de identidad. Sin embargo, la identidad femenina
ha sido históricamente construida en torno a un “deber ser”, cuyos parámetros
responden a ciertas nociones de lo correcto e incorrecto en el actuar de la
mujer en sociedad. A razón de esto, es posible comprender la ausencia de
organizaciones masivas en pos de una reivindicación femenina, sobre todo si
somos conscientes de la histórica marginación que la mujer ha sufrido en cuanto
a su desarrollo político, intelectual y laboral.
A pesar de que en la actualidad
la mujer se desarrolla política e intelectualmente, su comportamiento sigue
rigiéndose por lo que dictan los estereotipos. El problema identitario no se ha
solucionado, y aunque es innegable la existencia de particularidades, estas no
han logrado trascender: siguen siendo particularidades. Siguiendo la lógica
anterior, ¿Qué es lo que imposibilita el paso de lo particular a lo general? Tenemos
dos posibles respuestas a esta interrogante. Por un lado, la inexistencia de
una conciencia de género histórica, según la cual la mujer se identifique como
oprimida. Y por otro, debido a la existencia de un sistema económico que
refuerza y se sustenta en la cultura sexista imperante. Efectivamente, las
estrategias mercantiles están directamente involucradas en la legitimación de
categorías de género, las cuales se hacen efectivas por medio de la publicidad.
Los ejemplos de esto son innumerables, y responden en su totalidad a la
ratificación del “deber ser hombre” y “deber ser mujer”.
A continuación, los invitamos
a reflexionar con la siguiente canción que expresa de forma irónica la
subordinación de la mujer y la dominación del hombre.
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