viernes, 7 de diciembre de 2012

Objeto v/s Sujeto


La cultura sexista se articula en base a una ideología en particular y se reproduce por distintos medios de difusión, la cual se sirve de la creación de estereotipos de género. En cuanto a la construcción de estos, la representación de la mujer se construye sobre una estructura que la limita socialmente. ¿El resultado?, la categorización de la mujer en un estado de inferioridad, lo cual se traduce en su constitución como minoría. A raíz de lo anterior, es posible establecer un nexo con la definición que hace Gramsci del sujeto subalterno. Este, en pocas palabras, hace alusión a un sujeto marginado y oprimido, que ignora su condición de tal. La mujer, en este sentido, puede ser leída como subalterna, puesto que, por un lado, se encuentra marginada en una serie de aspectos socioculturales y económicos. Y por otro, no es consciente de dicha marginación. Desde una visión “sociológica”, podemos decir que la cultura sexista se articula a partir de un sujeto y objeto, los cuales corresponden, al hombre y a la mujer, respectivamente. Así, el hombre sería creador, representante y reproductor de un discurso que lo posiciona como superior y en un “centro social”. Y la mujer por su parte, correspondería al objeto, es decir, a aquello que utilizado para construir el discurso. En este caso, se utiliza la naturaleza de su género para establecer ciertas nociones negativas en el terreno sociocultural. Las características masculinas, por ende se establecen como las nociones positivas.

Actualmente, la mujer busca su reivindicación como género, desafiando a la ley del hombre, comprendida esta, en una dimensión discursiva y en términos ideológicos. Dicha reivindicación advierte que tanto en el terreno social, como en el discursivo, los actos y la voz de la mujer deberán moverse en un terreno prohibido. A raíz de esto, se entiende que “problemas psicosociales” como la homofobia o el machismo, son proyecciones del sometimiento y el miedo que le tienen algunos sujetos a desafiar la ley, puesto que comprenden que la consecuencia recae instantáneamente en la marginación. Es posible observar el fenómeno antes expuesto, desde la génesis del sujeto anormal, desarrollado por Michel Foucault. Se mencionan tres categorías, el sujeto a corregir, el niño masturbador, y el monstruo. La primera categoría corresponde a aquellos que se mueven dentro del espacio familiar, desafiando sus normas y guiándose por sus deseos, sin importarles el daño que le causan a otros. La segunda, tiene que ver con el tabú sexual, a partir de la cual la sexualidad de la mujer estará dogmatizada por la ideología masculina.  La última, responde a un sujeto que disfruta desafiando la ley, puesto que comprende que sus deseos se encuentran oprimidos por otro.

La cultura sexista, dentro de varios aspectos, se construye a partir de lo antes señalado. Existen normas sociales que le atribuyen características determinadas, tanto a mujer como a hombre y que en definitiva, norman sus comportamientos en sociedad. Lo femenino responde a lo delicado, a lo puro, etc.  y lo masculino a la fuerza, practicidad, etc. Ahora bien, es necesario reiterar que todo el universo femenino está de antemano categorizado como una minoría, ante una hegemonía masculina. La construcción del hombre está hecha en base acciones, actitudes y formas de actuar, que nacen desde el reconocimiento de un otro distinto e inferior a sí. Por lo tanto, su conformación se basa bajo premisas que le indican que ser y que no ser. Si lo pensamos desde la dimensión sujeto-objeto, la mujer será dispuesta como objeto, cuyo fondo y forma están dictaminados según un sujeto hegemónico, quien se construirá atendiendo a lo que no debe ser, es decir, todo lo que la mujer es.

De esta manera, cuando la mujer-objeto intenta desarrollarse o satisfacer deseos que no están dentro de lo que el hombre-sujeto le permite, estaría dando indicios, en un plano familiar,  del sujeto incorregible, en un plano sexual, del masturbador, y en un plano general, en el cual se dan los intentos de reivindicación y liberación, del monstruo. No obstante, debemos comprender que estas categorías no se aplican directamente a la realidad, pero si explican la raíz de la cultura sexista como problema social, y de los “problemas sociales” que esta genera. Aterricemos entonces lo que hemos señalado hasta ahora, en el contexto sociocultural chileno actual. Tal como mencionamos al comienzo, los medios de comunicación de masas, cumplen la función de reproducir la cultura sexista, la cual ha sido anteriormente explicada desde su génesis social.

Ahora bien, al observar el funcionamiento de sistema social desde una visión general, es posible notar que el sistema económico se sirve, en gran medida, de la distinción de género. En el ámbito laboral, la mujer se ha visto marginada desde un comienzo: el hombre trabaja, la mujer se queda en casa preparando el almuerzo, haciendo el aseo, etc. Lo trascendente de esto, es que el sistema económico se configura en pos del desarrollo laboral e intelectual del hombre, por lo que todo tipo de acercamiento de la mujer a esta esfera le ha significado a lo largo de la historia, una serie de limitaciones y estigmatizaciones. Actualmente la situación presenta algunos cambios, sin embargo, la raíz del problema sigue intacta. A pesar de que no existe una marginación explícita, la mujer sigue sufriendo las limitaciones de un universo laboral que la discrimina: hay muchas más oportunidades para el hombre, los sueldos no son equitativos, e incluso, el hecho de ser madre, le resulta un problema a la hora de desarrollarse profesionalmente. Tal como decíamos hace un momento, existe una marginación desde la naturaleza del género femenino; la mujer debe comprender que su naturaleza, socialmente se encuentra en desventaja.

                La reproducción del discurso sexista, se puede observar también en la publicidad. Los comerciales se sirven de los estereotipos de género para ofrecer productos que también circundan dentro de los márgenes de la cultura sexista. A raíz de esto se comprende que, por ejemplo, para festividades como el día de la madre, los objetos que se promocionan están frecuentemente relacionados con la cocina, el cuidado de la casa o bien, con la preocupación por su imagen física. La mujer “debe ser” pura, fina y hermosa, y limitar su campo de acción a lo doméstico. Muy por el contrario, el hombre tiene libertad en lo sexual, en lo estético, en lo intelectual y en lo laboral. En resumidas cuentas, la lógica sujeto-objeto, sigue imperando en la cotidianidad social, claramente, bajo estrategias que han logrado naturalizar un discurso sexista en donde hombre y mujer permanecen en una relación de dominador y dominada, respectivamente.  La cultura de masas se encarga de reproducir y proyectar dicho sistema en todos los escenarios posibles, y tanto mujeres, como hombres, lo adquieren y lo siguen reproduciendo.

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